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domingo, 9 de noviembre de 2014

EL UMBRAL DE LA ETERNIDAD

Pues por fin terminé este novelón (por lo largo). Este tocho de libro... (por lo gordo), y esta magnífica obra, porque me ha gustado mucho.

Junto con los otros dos de esta trilogía de Ken Follet se entiende mejor una parte de la historia mundial. Una parte de la historia que hemos vivido a través de los medios de comunicación y nos han llegado directamente a nuestras vidas.
Me ha gustado mucho, quizá menos que la primera, "La caída de los gigantes", pero más que la segunda, "El invierno del mundo". Me ha gustado porque es parte de la historia mundial que conozco, parte porque era pequeña cuando sucedió, y otra parte porque ya era adulta o casi... cuando sucedieron muchos de estos acontecimientos.
En este libro se olvidan un poco de la familia inglesa, y ganan más peso los rusos, americanos (como no, si es sobre la Guerra Fría), y los alemanes, sobre todo por la separación en dos de uno de los países más importantes de Europa.
Además con el libro he reflexionado sobre la importancia de conocer la Historia (sobre todo por parte de los que dirigen los hilos de la política mundial), para evitar caer en los mismos errores en los que cayeron sus antecesores... por desgracia, no es algo que suela hacerse.
Creo que el líder más importante de esta época fue Gorbachov, sin él, sin su aperturismo no se habrían producido los acontecimientos que convulsionaron Europa y el Mundo en 1989. Los siguientes representantes, Yelstein y Putin, no le llegan a la altura de los zapatos.

También mi reflexión se centra en que tras la caída del Muro de la Vergüenza, hemos levantado otros muros que separan el primer mundo del resto de la humanidad... y tranquilizados ya los países ante la amenaza de una guerra nuclear, nos encontramos ahora ante la amenaza de una guerra o múltiples guerras de las religiones (nuevamente), con las confrontaciones de los estados occidentales con el estado islámico, con los integristas más acérrimos...
Hoy, precisamente, se cumplen 25 años de la caída del Muro. Ojalá que no tuviéramos que derribar más muros, porque no existieran, ojalá que aprendamos que nada impuesto puede perdurar a la fuerza.

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