de Junichiro Tanizaki
Cuando mi hijo Carlos tenía 10 años se leyó "Harry Potter y la Piedra Filosofal" de J. K. Rowling, el primer libro de la saga. Estábamos en la piscina leyendo y un conocido me preguntó por lo que leía el niño (aún no era un libro muy conocido) y si yo me lo había leído primero. Le dije que no y me comentó... "Pues es bueno que los padres lean lo que leen sus hijos". Le hice caso y me leí éste y todos los que vinieron después (había peleas en casa para ver quien lo cogía antes cuando salía un nuevo título). Sin embargo no he sido capaz de ver nada más que las dos primeras películas...
Luego no lo he vuelto a hacer mucho, pero ahora, a Pablo, en su facultad le han recomendado leer "El Elogio de las Sombras" de Junichiro Tanizaki (1886-1965).
Tanizaki era un importante novelista japonés del siglo pasado. Algunos títulos que escribió fueron “Hay quien prefiere las ortigas (1955), “Las hermanas Makiko (1957) o “La Llave” (1961), pero también se dedicó al ensayo y quizá el que obtuvo más trascendencia fue éste sobre la belleza que los japoneses aprecian en las sombras.
Tanizaki habla de la belleza de una luz incierta, temblorosa, o de los destellos del oro cuando está en la oscuridad y es capaz de recoger la poca luz que le llega y valora dentro de las sombras su capacidad de absorber el tiempo, el rastro humano, la erosión, la aparición de la vejez y la historia.
El culto de la sombra, para este autor, constituye uno de los rasgos principales de la sensibilidad estética del Japón tradicional. Y en el libro se aprecia el conocimiento que tiene del arte japonés que está atravesado por una tradición ancestral.
Tanizaki se concentra en una reflexión sobre la arquitectura tradicional nipona y va comparando las diferencias entre Occidente y Japón para poder comprender el específico gusto estético japonés. Occidente prefiere lo luminoso, lo pulido, lo resplandeciente y sin manchas, en cambio, según advierte Tanizaki, la cultura japonesa opta por el poder sugestivo de la sombra y lo asimétrico. La penumbra, la opacidad, el espacio vacío, e incluso la pátina en los objetos, expresan el trasfondo profundo, cercano, que constituyen las cosas.
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Es una excelente reflexión sobre luz y sombra en casas, espacios cerrados, objetos, materiales e incluso en personas.
Pero yo creo que el libro (o más bien librito, pues es muy pequeño) publicado por la editorial Siruela, va más allá, pues compara Oriente y Occidente, la diferencia de culturas, la diferencia de pensamientos que rigen en cada uno de los mundos. Y aunque hoy en día, los japoneses se han occidentalizado rápidamente, en los años treinta (cuando escribió este ensayo) todavía no lo estaban tanto.
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